18 de enero de 2014

Fernet, vino, cerveza y otras bebidas beneficiosas.

¡A tu salud! Bebidas alcohólicas con beneficios

El vino ya se ganó buena fama gracias a la célebre copita de Favaloro. Pero la cerveza, el whisky y el fernet, a pesar de la poca prensa, no se quedan atrás en propiedades. A brindar, que hace bien. 
 
Por Manuel Ruiz 

La noche del 17 de noviembre de 1992, Steve Kroft dejó mudos a sus espectadores. En especial a los que consumían vino. El conductor del programa 60 minutos presentó por primera vez un informe en el que se sostenía que el consumo moderado de vino reducía el riesgo de enfermedades cardiovasculares. De ahí que en 1993 las ventas de vino en ese país aumentaran un 40%. En Argentina, René Favaloro se convirtió en el principal vocero de este anuncio. Y si bien el vino ha mantenido un estatus de bebida saludable a lo largo de la historia etílica, existen otros alcoholes con menos prensa pero con iguales beneficios en términos médicos. En su reciente libroTu cerebro en la comida, el neurólogo estadounidense Gary Wenk aborda los efectos positivos y negativos de todo lo que ingerimos y, en cuanto al alcohol, además de mencionar los efectos antioxidantes, se remonta a la Edad Media: en aquella época el alcohol era visto como pan líquido debido a su capacidad nutriente, y porque no se echaba a perder cuando era transportado largas distancias. Acá, entonces, un menú de opciones en pleno siglo XXI para justificar por qué vale la pena empinar el codo. 

Una birra en tu mesa

Si bien la cerveza de hoy, industrializada, dista mucho de la de los hombres de la Edad Media, todavía mantiene algunos puntos a favor. La especialista en nutrición Mónica Katzdestaca la vitamina B, que interviene en las funciones cerebrales y en el metabolismo de la glucosa; el potasio, que regula la presión; y el magnesio, que interviene en las funciones musculares. El efecto de la cerveza en los músculos es subrayado también por el Centro de Información Cerveza y Salud (CICS): Jesús Martínez, vocero de la identidad que hizo de la cerveza su leitmotiv, explica por qué la cerveza se debería incluir en la dieta de los deportistas: "Por su composición, por las propiedades de sus ingredientes, sus características organolépticas y por su bajo contenido alcohólico, el consumo moderado puede favorecer una rápida y efectiva rehidratación y evitar dolores musculares". 
Otro argumento que haría que la cerveza pudiera escalar en la pirámide nutricional es el lúpulo. Los frutos de esta planta, necesarios para la fermentación y la razón del sabor amargo de la cerveza, evitan la oxidación de las células, tienen cualidades antiinflamatorias y reducen el riesgo de osteoporosis y de fracturas. Pero para Martínez todo es, al fin de cuentas, una cuestión de actitud que bien podría servir de eslogan a alguna marca: "Las personas que beben con moderación dicen disfrutar de una buena salud por encima de la media y creen estar más sanas, lo que hace que se sientan mejor y tengan actitudes más positivas hacia su propia salud".  

Quitapena

Cuando los celtas empezaron con la destilación de cebada y centeno que originó el whisky en 1494, se lo empezó a comercializar como la única medicina contra la tristeza. Por eso se consumía en los funerales. Muchísimo tiempo después, cuando en Estados Unidos dominaba la Ley Seca, en Canadá solamente les vendían whisky a los enfermos de cólera. Lo mismo pasó con el ron: bebida de los piratas por excelencia en el siglo XVII, lo usaban para prevenir enfermedades como el escorbuto y la gripe. Si bien sus cualidades médicas no prosperaron, existe una leyenda que habla de un misionero francés, Jean-Baptiste Labat, a quien los poderes del ron lo salvaron de la malaria que castigaba la época. Mónica Katz tiene también un argumento a favor de los destilados: la clave está en el ácido elágico de las bebidas como el ron, el whisky y el vodka. Esta sustancia tiene propiedades anticancerígenas: previene la unión de sustancias carcinogénicas al ADN y previene la propagación del cáncer. 

El trago bajativo

"El remedio del inmigrante, el elíxir del soldado y el aperitivo del abuelo." Así define al fernet Facundo di Genova en el libro El barman científico, y plantea que la versión más creíble sobre su origen es la atribución de su invento al médico francés Carlos Fernet, quien vivía muy preocupado por la relación entre el sistema digestivo y el alcohol. Fernet compartiría luego la receta con un boticario italiano de apellido Branca, quien finalmente se apoderaría de la idea y la explotaría hasta crear su propia marca. 
Leyendas urbanas a un lado, el secreto que relaciona al fernet con el bienestar digestivo radica en las más de veinte especias y hierbas que posee, entre las que se encuentran el ruibarbo, una raíz que ayuda a combatir la diarrea o el estreñimiento, las hemorroides y los parásitos intestinales; la manzanilla, que se utiliza como antiinflamatorio y calmante; y el cardamomo, que sirve para aliviar los cólicos y combatir la acidez. Por otro lado, el fernet también tiene aloe, que protege de lesiones en la mucosa gástrica, y azafrán, que regula los jugos gástricos, activa las secreciones y la movilidad intestinal. Pero su actuación heroica se remonta a la epidemia de cólera que atacó a Italia a fines del siglo XIX. En ese entonces, el director del Hospital de Coléricos de Milán, Juan Scotti, señalaba con relación a la enfermedad: "Opónese directamente al progreso del mal, lo combate, puede anularlo". 
Según Di Genova, para hablar de los efectos positivos en los alcoholes hay que tener en cuenta que Dios y el diablo están en el mismo brebaje: "Ni la propia medicina es 100% positiva". Por esto hace hincapié en que cada cultura ha tenido su poción fermentada del recurso que más abundaba, algo que ver con la zona y las costumbres del lugar. "Cuando se intercambian las bebidas, no siempre se tienen los mismos efectos: si a un boliviano le dan una copa de vino, le va a caer muy mal; lo mismo si a un francés le das un vaso de chicha. Pero lo que está claro al momento de consumir alcohol es que el cuerpo sabe más que el médico." Salud.

FUENTE: REVISTA BRANDO.